Un auto blanco solo, bajo el sol de mediodía, sobre la azotea de una ciudad concurrida. ¿Quién es el dueño? ¿Por qué lo dejó ahí? Quizá lleva días, semanas, años abandonado en ese lugar. Solo contempla y desata historias ficticias a cualquier espectador. Miles de respuestas para ninguna pregunta.
Arctic Monkeys regresa con su séptimo álbum “The Car” donde, a través de 10 canciones, nos adentramos en el nuevo camino, que su predecesor “Tranquility Base Hotel & Casino” inició.
Desde la primera pista, “There’d Better Be A Mirrorball”, sabemos que el viaje será distinto. Los protagonistas, el piano y las cuerdas, agregan una nueva capa de dramatismo, a una historia que, por su propia letra, pesa en el corazón y la sangre: una separación con imágenes distorsionadas en colores sepia, al interior de un auto de vidrios entintados.
En “I Ain’t Quite Where I Think I Am”, subimos un poco el tempo. Entre riffs funky y coros suaves, los monkeys recuperan el estilo glam británico de David Bowie o Roxy Music. Queda atrás el sonido americano de sus discos anteriores, como en “AM” y “Suck it and see”. Refinan el sonido en pos de su arte en vez del mercado.
De la misma forma, en “Body Paint”, el teclado inicia un baile lento de pareja, que por sorpresa se anima con cuerdas, sin importar el dolor que canta Alex Turner. Hasta que la banda explota a golpes, siguiendo el latido de Turner. La pareja rompe en llanto y el grupo derrama brillo y oro sobre ellos.
La banda monta un auto de escape de su estilo de vida rock star. “The Car” es el soundtrack de esa película western. Una guitarra arpegiante y una tarola marchante llevan siempre hacia adelante a la banda. Fuera de Los Angeles y de regreso a Reino Unido. Los cuatro integrantes, luciendo lentes oscuros, viajan a un lugar desconocido, con música que ni ellos saben cómo sonará.
Por otro lado, en “Big Ideas”, vemos otra película, una sesentera del James Bond de Sean Connery. En el auto hay espías que vigilan cada movimiento de la ciudad. Los violines musicalizan un tiro de gracia, en medio de las sombras de algún callejón, disfrazado por los relámpagos de una guitarra distorsionada.
Alex Turner comenzó a componer el álbum en 2019 para crear una “canción de cierre” para sus conciertos. Sin embargo, antes de la pandemia, la única pista que sobrevivió fue “Hello You”. En ella se escucha la energía de sus primeros años. Si bien el sonido ha cambiado tras casi 20 años de carrera, la energía sigue ahí, ebulle y desea explotar, pero todos los integrantes la contienen; la obligan a seguir un paso firme, que se diluye entre cuerdas (acústicas y eléctricas), hasta un clímax diluido, como la electricidad que recorre el cuerpo tras el primer trago de alcohol.
Desde su debut en 2006, Arctic Monkeys se ha caracterizado por sacudir la escena musical, ya sea por su fuerza, novedad o innovación. Ahora, con un sonido lounge (incluso), cambian el juego una vez más. Muestran otra forma de hacer rock, en una industria post-pandemia obsesionada con el pasado. Manejan un auto clásico, con acabados de lujo, de pasado incierto y sin rumbo fijo.

TRACKLIST
- There’d Better Be A Mirrorball
- I Ain’t Quite Where I Think I Am
- Sculptures Of Anything Goes
- Jet Skis On The Moat
- Body Paint
- The Car
- Big Ideas
- Hello You
- Mr. Schwartz
- Perfect Sense