1
La ociosidad es la madre de toda psicología. ¡Vaya! ¿Será entonces la psicología
un vicio?
2
Hasta el más valiente de nosotros pocas veces tiene valor para enfrentarse con lo
que realmente sabe…
3
Para vivir solo hace falta ser un animal o un dios, dice Aristóteles. Falta una
tercera condición: hay que ser ambas cosas, es decir, un filósofo…
4
«Toda verdad es simple.» ¿No es esto una mentira al cuadrado?
5
Que quede dicho que de una vez por todas: hay muchas cosas que no quiero
saber. La sabiduría marca unos límites incluso al conocimiento.
6
Donde mejor nos recuperamos de nuestra antinaturaleza, de nuestra
espiritualidad es en nuestra naturaleza salvaje…
7
¿Es el hombre tan sólo un error de Dios? ¿O es Dios tan sólo un error del
hombre?
8
De la escuela de guerra de la vida: lo que no mata me hace más fuerte.
9
Ayúdate a ti mismo, y entonces te ayudarán también los demás. Principio del
amor al prójimo.
10
¡No seamos cobardes con nuestros actos, ni los rechacemos después de
realizados! El remordimiento de conciencia es algo indecoroso.
11
¿Puede resultar trágico un asno? ¿Perecer bajo una carga que no se puede
llevar ni quitarse de encima?… Tal es el caso del filósofo.
12
Quien posee su propio porqué de la vida, acepta casi todo cómo. El ser
humano no aspira a la felicidad. Eso es algo que solo lo hacen los ingleses.
13
El hombre ha creado a la mujer… ¿Con qué? Con una costilla de su Dios, de
su «ideal»…
14
¿Qué estás buscando?; ¿Te gustaría multiplicarte por diez, por cien?, ¿Estás
buscando adeptos? ¡Busca ceros entonces!
15
A los hombres póstumos — como yo, por ejemplo — se les entiende peor que
a los que son hijos de su tiempo, pero se les oye mejor. Dicho con más rigor: no se
nos comprende nunca; y en eso radica nuestra autoridad. . .
16
Entre mujeres: «¿La verdad? ¡Tú no conoces la verdad! ¿No es la verdad un
atentado contra todos nuestros pudores?»
17
Ese sí que es un artista como a mí me gusta, modesto en sus necesidades;
realmente, sólo quiere dos cosas: pan y Circe.
18
Quien no sabe poner su voluntad en las cosas, pone en ellas al menos un sentido:
es decir, cree que hay en ellas una voluntad (principio de la «fe»).
19
¿Cómo? ¿Habéis elegido la verdad y el llevar el pecho erguido, y seguís mirando
de reojo las ventajas de los hombres sin escrúpulos? ¡Pero si con la virtud se renuncia a
las «ventajas»!… (Escrito en la puerta de un antisemita).
20
La mujer perfecta hace literatura del mismo modo que comete un pecadillo: por
probar, de pasada, mirando a su alrededor por si la ve alguien y para que alguien la
vea…
21
Expongámonos sólo a aquellas situaciones en las que no vale tener virtudes
aparentes, en las que, como el volatinero sobre la cuerda, o nos caigamos o nos
mantengamos o salgamos ilesos.
22
«Los malos no tienen canciones.» ¿Cómo las tienen entonces los rusos?