Luiz Inácio Lula da Silva, quien en su infancia había vivido en lo más bajo como obrero y lustrador de calzado, ahora tiene enfrente una gran oportunidad: a sus 76 años va por un nuevo desafío, se postulará por tercera vez buscando de nuevo la presidencia de Brasil que disputará a Jair Bolsonaro.
Favorito en las encuestas, Lula, el presidente más popular de la historia de Brasil e ícono de la izquierda brasileña, anunció este sábado su candidatura en Sao Paulo: «Estamos dispuestos a trabajar no sólo por la victoria electoral, sino para la reconstrucción y transformación de Brasil», dijo.
Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT), regresa al ruedo después de ser condenado por corrupción, encarcelado durante año y medio e inhabilitado para las elecciones presidenciales de 2018. En marzo de 2021 recuperó sus derechos políticos tras la anulación de sus condenas por parte del Tribunal Supremo, lo que le permite intentar un nuevo asalto a la presidencia, 12 años después de haber dejado el poder con 87 por ciento de opiniones favorables.
Lula se vio envuelto en la «Lava Jato», la mayor operación anticorrupción de la historia del país, sobre una gigantesca red de sobornos en torno a la petrolera estatal Petrobras. El juez anticorrupción Sergio Moro lo condenó en 2017 a nueve años y medio de prisión por la obtención de un tríplex en primera línea de playa de una constructora a cambio de contratos públicos.
Fue encarcelado en abril de 2018 por corrupción y lavado de dinero, tras un mediático atrincheramiento en el Sindicato de Metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de Sao Paulo. Pero no por ello perdió influencia en el partido ni en la política brasileña, si bien el escándalo hizo que se convirtiera en un líder repudiado por buena parte de la población.
Lula se declaró siempre inocente y se considera víctima de una conspiración política para favorecer al ultraderechista Bolsonaro, quien le usó de espantajo para ganarse el apoyo de las clases medias y vencer en 2018 con un discurso anticorrupción. Una tesis que cobró fuerza cuando Bolsonaro, apenas electo, designó a Moro ministro de Justicia. Finalmente, Lula fue liberado en noviembre de 2019.
Tras volver a ser elegible, el exsindicalista fue primero discreto y mantuvo por un tiempo en suspense su candidatura, mientras cuidaba su imagen internacional con giras por el extranjero. Pero con el pasar de los meses incrementó sus apariciones públicas en tono de aspirante al Palacio del Planalto y ha multiplicado también sus traspiés, con torpes declaraciones sobre el aborto, la policía, o la guerra en Ucrania.
El último hombre de pie Lula, a quien Barack Obama calificaba como «el hombre», sumó tragedias personales a sus reveses políticos y judiciales desde el fallecimiento de su segunda esposa Marisa Leticia en febrero de 2017. Ya encarcelado, perdió a un hermano y a un nieto de siete años. Antes, en 2011, sufrió un cáncer de laringe. Pero logró sobreponerse a todo, como hizo desde que nació en el pobre y árido nordeste.
Séptimo hijo de un matrimonio analfabeto del nordeste, fue abandonado por su padre antes de que la familia emigrara a la industrial Sao Paulo, como millones de coterráneos. Fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 15 años inició su formación de tornero, perdió un meñique al manipular una máquina y al final de la década de 1970, como líder del sindicato de los metalúrgicos, lideró una histórica huelga que desafió la dictadura (1964-1985).
Con información de MILENIO