Ángel Ortuño, uno de los poetas más irreverentes y necesarios de la literatura mexicana, falleció hoy, informó la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara, en donde trabajaba desde 1997.
El poeta Ricardo Castillo, el primero en dar la noticia en redes sociales, indicó que al parecer la causa del deceso fue una complicación pulmonar, pero no relacionada con Covid-19. “Es todo un trancazo en temporada de trancazos”.
El poeta y editor Carlos Vicente Castro, amigo muy cercano de Ángel Ortuño, lo estaba esperando a desayunar cuando se enteró de su deceso.
Su hermano, el novelista Antonio Ortuño, compartió en Twitter el mensaje: «Se fue el rey irrepetible de toda esta historia», acompañado de la canción «El rey del rock and roll», de Vicentico.
Entre las obras más destacadas del poeta jaliciense, se destacan Boa (Mantis Editores, 2009) Perlesía (Bonobos 2012) 1331 (Práctica Mortal/ CONACULTA, 2013)
Ángel Ortuño compartió la mañana de este jueves en sus redes sociales que se había realizado unos estudios y debía descansar «cada cuatro pasos». Sin embargo, tenía planeado ofrecer un laboratorio de poesía en octubre próximo.
Aquí compartimos un par de poemas de Ángel Ortuño.
Heme aquí, ofrendando la vida en defensa de las cosas como son
Si me visto con clámide y reclamo
que conozcan las reglas antes de transgredirlas,
¿parecerá que salgo de bañarme
intempestivamente
para gritar:
insolentes embriones,
devuélvanme las chanclas?
¿Me tomarán en serio si les digo
que duplico su edad y todavía
no he aprendido todas esas normas que ustedes
—con formidables piernas, todo
hay que decirlo—
se brincan?
Bailemos, pues, salvajes. Y recuérdenme dónde
podría haber dejado mi carrito
con el tanque de oxígeno.
El juicio final
Todo era cierto y yo
sólo hice el ridículo.
Por supuesto que había
platillos voladores e incluso jardineros
extraterrestres que
con exquisito gusto hacían esos diseños que nosotros,
neandertales
irredentos,
llamábamos
agrogramas, con uno de los muchos y torpísimos idiomas que tenemos pero que no
merecen
ser considerados ni siquiera un estornudo
al lado de su música celeste.
Sigo.
Al fondo de ese lago escocés sí vivía un dinosaurio
que salía a pasear con Elvis por las noches, al amparo de ese
dispositivo de invisibilidad
que les regaló Margarita de Inglaterra feliz
por haberse follado a Mick Jagger cuando era joven y no ahorita, qué
asco!
(¿Podría, Señor Juez, pedirle a la reina Isabel que guarde compostura?)
Para no entretener con idioteces a Su valiosa eternidad, Señores
del Jurado,
en resumen no sé ni lo que dije y creo que sí creía pero me dediqué
a otras cosas.
Sólo espero clemencia.
Muchas gracias.
Me llega un mensaje: “Soy fulano, y quiero ser tu diputado…”.
Agoté las consultas a glosarios sadomaso (impresos y en línea) y todavía no entiendo qué
placer obtendré haciéndole caso.