¿Y si «‘O sole mio» fuera plagio? La hipótesis en un ensayo

¿Y si ‘O sole mio fuera plagio? Ésta es la hipótesis planteada por un musicólogo de la Universidad de Nápoles, Giorgio Ruberti, en sus Ensayos sobre la canción napolitana (Lim, págs. 164). La célebre pieza, tan famosa que quizás sea considerada el emblema musical de la italianidad, especialmente en el extranjero, fue escrita por Eduardo Di Capua, autor de muchos éxitos de la tradición napolitana, basada en un texto de Giovanni Capurro, en 1898. El riguroso de Ruberti El análisis avanza paso a paso y parte de la semejanza (¡escucha para creer!) entre ‘O sole mio y Canzon d’amor, pieza extraída del melodrama Mala vita del compositor realista Umberto Giordano de 1892. La primera circunstancia a excluir , según el musicólogo, es la similitud casual: Es difícil considerar las numerosas analogías estilísticas y técnicas como «coincidencias fortuitas». 

Sin embargo, es más probable que fuera una imitación: bueno, ¿pero consciente o inconsciente? Ciertamente consciente: es «inimaginable» que Di Capua haya trazado el estilo de Giordano, que era un novato en ese momento, como una reminiscencia subconsciente. Otra duda que analiza Ruberti es: ¿podría haber sido un homenaje? También en este caso parecería que no: «En 1898 Giordano aún no podía representar un modelo autoritario digno de homenaje». Por tanto, «la única explicación del parecido seguiría siendo la imitación consciente, no como forma de homenaje sino de plagio». «Inimaginable» que Di Capua haya trazado el estilo de Giordano, en su momento debut, como una reminiscencia subconsciente. 

Otra duda que analiza Ruberti es: ¿podría haber sido un homenaje? También en este caso parecería que no: «En 1898 Giordano aún no podía representar un modelo autoritario digno de homenaje». Por tanto, «la única explicación del parecido seguiría siendo la imitación consciente, no como forma de homenaje sino de plagio». «Inimaginable» que Di Capua haya trazado el estilo de Giordano, en su momento debut, como una reminiscencia subconsciente. Otra duda que analiza Ruberti es: ¿podría haber sido un homenaje? También en este caso parecería que no: «En 1898 Giordano aún no podía representar un modelo autoritario digno de homenaje». Por tanto, «la única explicación del parecido seguiría siendo la imitación consciente, no como forma de homenaje sino de plagio».

La historia de ‘O sole mio, hasta ahora fascinante en sí misma, está envuelta en otra anécdota que apoyaría la tesis del plagio. Ruberti cita a Ettore De Mura, historiador de la canción napolitana, quien contó cómo Di Capua habría tenido dificultades para poner música a los versos de Capurro; Luego está el caso de la editorial: Di Capua, aunque Capurro estaba bajo contrato con Ricordi, publicó O sole mio con otra casa menor (quizás) para evitar cualquier disputa legal con Sonzogno, un acérrimo competidor de Ricordi, titular de los derechos de Giordano. Al fin y al cabo, concluye Ruberti, «Di Capua no era nuevo en tales hechos» refiriéndose a las acusaciones de plagio, en 1895, realizadas por una de sus canciones excluidas de un concurso en Piedigrotta. No hay duda de que la parte de ‘O sole mio es el corazón más interesante del libro.