No solo U2 y Madonna. Los ochenta del pop están «pavimentados de buenas intenciones», como canta Madonna en los apasionantes [y posteriores] 4 minutos. Ha habido artistas que se han convertido en ídolos mundiales y luego han desaparecido. Alguien (la minoría) ha vuelto a la vida normal y hoy quizás esté disfrutando de la madurez, como Andrew Ridgeley de Wham de George Michael: ahora es partidario de la asociación medioambiental Surfers Against Sewage que lucha por proteger las costas marinas británicas.
Otros han renacido en otros roles como Patsy Kensit. ¿La recuerdas en el Festival de San Remo con Eight Wonder en 1987? Cantó Will you Remember y, durante la actuación, una hombrera «cayó» dejando al descubierto sus pechos durante unas décimas de segundo. Oh, ¡se abrió el paraíso!, dijo mordaz la prensa. ¿Lo hizo a propósito o no? En resumen, se convirtió en una coincidencia, confirmando cuánto han cambiado los límites del vestuario en unas pocas décadas (hoy ese hecho sería un «tema» en las redes sociales durante medio día y luego adiós).
Ahora la bella Patsy Kensit, que se casó primero con Jim Kerr de Simple Minds y luego con Liam Gallagher de Oasis, es actriz y en 2015 participó sin demasiado éxito en la edición inglesa de Big Brother. Pero muchos íconos del pop de los ochenta han pasado por momentos más oscuros que momentos de gloria como Boy George, auténtico fenómeno de principios de los ochenta con Culture Club y luego terminó en un calvario de drogadicción, condenas, intentos de revivir y otras condenas desfavorables. Ahora, a la edad de 60 años, tiene un Grammy en su haber, un papel pionero en la batalla LGBT pero también un historial criminal que no es precisamente impecable. Más «lineal» Simon LeBon de Duran Duran y Jim Kerr de los gigantescos Simple Minds y Mandela Day. Vive entre Glasgow y Taormina, de vez en cuando comienza una gira y a los sesenta y dos años disfruta de los frutos de su época dorada. .
Lo mismo ocurre con Mick Hucknall de Simply Red, maravillosa voz y propensión al soul. Se acercó a la política y, cuando puede, da conciertos o actuaciones del más alto nivel vocal. Finalmente Annie Lennox, gigantesca voz de los Eurythmics. Después de ganar todo (incluso un Oscar por Into the West) le pasó el testigo a su hija Lola, quien lanzó algunas listas. La buena sangre, después de todo, no miente.